Hola a todos y todas de nuevo. Ya habéis podido comprobar que la anterior entrada comenzó como una diario de mi Selectividad, y terminó como una recopilación de consejos. Esta vez no me ocurrirá de nuevo, lo prometo.
La Selectividad para mí fue una experiencia intensísima en todos los sentidos. Fue una prueba inconsciente para mis nervios; creía que no estaba nerviosa y dormía bien, pero durante los exámenes me dolía la cabeza y tenía un hambre voraz.
Además, yo tengo una manía antes de los exámenes, y si no lo hago me pongo aún más nerviosa de lo que ya estoy. Necesito echarle un vistazo rápido a los apuntes o el subrayado del libro antes de ponerme a escribir. En Selectividad lo hice, por supuesto. Hay gente que opina que el último repasillo es absolutamente inútil, pero yo creo que no. Obviamente, es muy difícil aprobar un exámen sólo con ese repasillo, pero a mí me dio confianza.
Los profesores que nos vigilaron fueron muy simpáticos el primer día, y no tuvieron demasiadas exigencias con nosotros. Nos dejaron 5 minutillos más al final, y respondieron muy amables a todas nuestras preguntas. Los del segundo día, en cambio, fueron horrorosos. Nos chillaron varias veces y nos obligaron (con la ansiedad que caracteriza a ciertos maestros y maestras, fijo que os habéis cruzado con alguno en vuestra vida) a dejar todas la mochilas, chaquetas... en la tarima. Y los del tercer día no los recuerdo, por lo que no debieron de impresionarme mucho.
Por lo demás, recuerdo el nerviosismo natural de este tipo de experiencias, y creo que lo sobrellevé bastante bien. Excepto en el exámen de matemáticas, porque no estaba dibujando bien una función y me agobié. Como podéis suponer, suspendí el exámen.
La verdad es que al terminar sentí una felicidad tan inmensa que quise gritarle al mundo que era libre, y fue una sensación espectacular. Y podría sacar la conclusión de que mi horrible 2º de BAC y los 3 días de ansiedad y nervios a flor de piel merecieron la pena sólo por sentirme la persona más feliz, libre y valoradora de pequeños instantes del universo al terminar con todo, pero no sé si sería verdad.
Aunque lo cierto es que jamás había disfrutado tanto de mi tiempo libre como cuando comezaron mis vacaciones. Saber que no tienes ya más deber mi objetivo que disfrutar te hace sentirte ligera como una pluma, como si algún alma caritativa te hubiera quitado un gran peso de encima. Realmente, sientes aliviarse la presión.
Luego viene la fase en que se publican los resultados de la prueba y, de repente, la perspectiva no es tan maravillosa. Porque consigues menos de lo que te esperabas (así fue en mi caso) y se te cae el mundo encima solo de pensar que no vas a entrar en lo que has soñado durante meses. Entonces únicamente queda respirar hondo y olvidarse del tema hasta la fecha de publicación de las listas de admisión para poder disfrutar del verano ganado a pulso.
Yo conseguí lo que quería, entré a Medicina en la Universidad de mi CA, por lo que yo sí que he podido vivir de verdad desde que lo supe. Otros, lamentable e injustamente, no pueden decir lo mismo.
Veo que la entrada se alarga peligrosamente, o sea que lo dejo ya. Como siempre, ¡preguntad lo que queráis! ¡Hasta la próxima!