sábado, 4 de mayo de 2013

Hospital de Ositos

¡Hola otra vez!


¡Por fin fin de semana! Se agradece poderse quedar por la noche a ver una peli después de sacrificarse todos los días para ir pronto a la cama.


Tengo que contaros un gran descubrimiento: ¡los tapones de cera para estudiar! A mí me gusta mucho nadar y los utilizo para que no me entre agua en los oídos. Pero hace poco se me ocurrió ponérmelos en la sala de estudio de la uni (porque me pone atacada de los nervios el ruidito de la puerta que se abre y se cierra, la gente q mueve las sillas.. buuuf) y ¡estoy encantada! No te impide oír, obviamente, pero amortigua bastante los sonidos y hace más fácil el estudio.


Otra cosa: hace unas semanas participé como voluntaria en el Hospital de Ositos, una iniciativa de la universidad (de la asociación de estudiantes, en realidad) para difundir los buenos hábitos entre los niños y hacer que pierdan el miedo a la bata blanca. 

Se había construido un quirófano, una sala de urgencias, incluso escáneres y rayos X de cartón, pero a mí me toco pasar consulta. 
Me senté detrás de un escritorio y "atendí" a unos 5 niños, que traían cada uno un peluche o muñeco que estuviera enfermo. Teníamos unos formularios para rellenar con la información sobre cada paciente: su nombre y el de su dueño, qué le dolía, qué síntomas tenía, peso (totalmente inventado) y altura (los medíamos con una regla). ¡Fue increíble ver la fe de los niños! 
Uno de los chavales que me tocó me llegó al alma; tenía 5 años y traía un osito que tenía pulmonía. Cuando le ausculté y dije: "vaya, se oye que le cuesta respirar", él también quiso utilizar el fonendoscopio y, una vez hecha la prueba, me dijo absolutamente convencido: "Es verdad, ¡si se oye como respira mal!" Me quedé boquiabierta.


Como tratamiento, le pusimos una inyección y, como sólo le haría efecto durante unas pocas horas, le dije al dueño del osito que pidiera abajo en la farmacia de nuestro improvisado hospital que le dieran unas pastillas para su peluche. Así podría tomarlas ante cualquier signo de malestar. Lo último que me dijo el niño fue que era su hermana pequeña la que dormía con el osito todas las noches, pero que era demasiado pequeña y que ya se iba a encargar él de vigilar la respiración del peluche, no fuera  a ser que necesitara las pastillas.
 Lo mejor de todo fue que, a la salida, el niño se acordó de mí y me dijo adiós :D


Bueno, más me vale dejarlo ya que si no mañana lo veo difícil para darle fuerte a las leyes de la herencia.



¡Nos vemos pronto!

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